27 oct 2010

25 oct 2010

22 oct 2010

21 oct 2010

COMO EL CIEGO DEL CAMINO

Aquí estoy, Jesús como el ciego del camino, pasas a mi lado y no te veo. Tengo los ojos cerrados a la luz y siento en ellos como duras escamas que me impiden verte. Al sentir tus pasos, al oír tu voz, siento en mí como un manantial que nace, como un pájaro que se escapa volando, como una vida a chorro, que grita por ti. Yo te busco, yo te deseo, yo te necesito para atravesar tantas calles en mi vida. Jesús, me ciegan tantas cosas: Es la vida con sus luces de colores, es el placer con su fuerza irresistible, es el dinero con sus cadenas que aprisionan. Estoy comenzando a vivir, Jesús, y todos quieren mi vida: Llega hacia mí cada día ese mundo calculado y sin piedad de la propaganda, llega hacia mí cada día ese mundo de lo fácil, de lo cómodo, de lo rastrero, y me dejo arrastrar y agarrar como la mosca que cae presa en la tela de araña. Yo siento en mí una lucha dura y sin piedad por seguir en la brecha o rendirme incondicionalmente. Jesús ábreme los ojos a tu vida, quiero poner mis ojos en los tuyos y leer en ellos tu amistad. Quiero ver tu rostro con ojos limpios, quiero abrir mis ojos a la luz de tu Evangelio, quiero mirar la vida de frente y con sentido.
Quiero que la fe sea antorcha en mi camino, quiero verte y quiero aprender, que la vida, el dolor y la muerte, sin tu luz son caos. Quiero ver en cada hombre un hermano, quiero abrir los ojos a mí mismo y ver dentro de mi vida. Quiero poner mis ojos en las cosas y buscar en ellas tu huella. Jesús ayúdame a ver, que el pecado es tiniebla densa. Jesús limpia mi corazón de lo sucio para que pueda ver desde dentro. Tú que dijiste que los ojos son la lámpara del cuerpo, dame unos ojos limpios, luminosos, para que todo mi cuerpo sea luz. Como el ciego del camino, como el ciego así te busco. Toca mis ojos con tus dedos y ábrelos a la luz. Entonces el camino –mi camino, Señor-, tendrá rumbo.

8 oct 2010

PROTECTOR SOLAR

EL ELEFANTE ENCADENADO



Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí, como a otros, después me enteré que me llamaba la atención el elefante.

Durante la función la enorme bestia hacia despliegue de su peso tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: EL ELEFANTE DEL CIRCO NO ESCAPA PORQUE HA ESTADO ATADO A UNA ESTACA PARECIDA DESDE QUE ERA MUY, MUY PEQUEÑO. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro y al que le seguía....  Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree - pobre - que NO PUEDE.

El tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez.

Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez probamos y no pudimos. Hicimos entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo: NO PUEDO... NO PUEDO Y NUNCA PODRE. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma:
"NO PUEDO Y NUNCA PODRE" Vivimos condicionados por el recuerdo de otros, que ya no somos y no pudieron.

Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón... TODO TU CORAZON".