22 nov 2010

CERCAS O PUENTES



Dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Fue el primer contratiempo serio que tenían en 40 años de cultivar juntos sus granjas, compartiendo, hombro a hombro, maquinaria, aperos, etc., e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Pero esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Todo comenzó con un pequeño malentendido que fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre los dos hermanos, que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis, el mayor de los dos hermanos. Al abrir la puerta, Luis encontró a un hombre, un carpintero con sus herramientas de trabajo, que le dijo: "Estoy buscando trabajo por unos días. Quizá usted necesite algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja, y yo podría ser de ayuda en eso". "Sí", respondió Luis, "tengo un trabajo para usted. ¿Ve aquella granja al otro lado del arroyo? Ahí vive mi vecino, que es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros, pero él tomó su buldózer y desvió el cauce del arroyo de forma que éste separara nuestras propiedades, antes unidas por la pradera. Tal vez hizo eso para enfurecerme pero yo le voy a hacer una faena mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto; ¡no quiero verlo nunca más!" El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación. Muéstreme dónde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes, y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho." Luis ayudó al carpintero a reunir todos los materiales, y se fue por el resto del día al pueblo a buscar provisiones.
El carpintero trabajó duro todo la jornada midiendo, cortando, clavando, etc. Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero había terminado ya su trabajo, y Luis, al verlo, no pudo menos que abrir desmesuradamente sus ojos y su boca por efecto del asombro, pues en vez de una cerca de dos metros de alto, lo que tenía ante él era un puente. Un puente que unía las dos granjas a través del arroyo, y que era una fina pieza de arte, con pasamanos y todo.  En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y, abrazando a su hermano, le dijo: "Eres un gran tipo. ¡Mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!". Estaban en su reconciliación los dos hermanos cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas para marcharse. "¡No! ¡Espere!", le gritó Luis, "quédese unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para usted". "Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos más puentes por construir".

17 nov 2010

ME TOCASTE JESUS


11 nov 2010

6 nov 2010

EL EQUILIBRISTA


Cuando todavía existían las Torres Gemelas en New York, un famoso equilibrista tendió una cuerda en lo más alto de estos impresionantes rascacielos con el fin de pasar caminando sobre ella. Antes de hacerlo dijo a la multitud expectante: “Me subiré y cruzaré sobre la cuerda, pero necesito que ustedes crean en mí y tengan confianza en que lo voy a lograr…”. “Claro que sí”, respondieron todos al mismo tiempo. Subió por el elevador y ayudándose de una vara de equilibrio comenzó a atravesar de un edificio a otro sobre la cuerda floja. Habiendo logrado la hazaña bajó y dijo a la multitud que le aplaudía emocionada: “Ahora voy a pasar por segunda ocasión, pero sin la ayuda de la vara. Por tanto, más que antes, necesito su confianza y su fe en mí”. El equilibrista subió nuevamente por el elevador y luego comenzó a cruzar lentamente de un edificio hasta el otro. La gente estaba muda de asombro y aplaudía. Entonces el equilibrista bajó y, en medio de las ovaciones, por tercera vez dijo: “Ahora pasaré por última vez, pero empujaré una carretilla sobre la cuerda… necesito, más que nunca, que crean en mí y confíen en mí”. La multitud guardaba un tenso silencio. Nadie se atrevía a creer que esto fuera posible…
“Basta que una sola persona confíe en mí y lo haré”, afirmó el equilibrista.
Entonces uno de los que estaba atrás gritó: “Sí, sí, yo creo en ti; tú puedes!. Yo confío en ti!”. El equilibrista para certificar su confianza, lo retó:
“Si de veras confías en mí, vente conmigo y súbete a la carretilla…”.
Cuando en verdad le creemos a Jesús nos subimos a su cruz, muriendo a todo aquello que no nos deja vivir. Este tipo de fe nos permite ver
lo invisible y tener esperanza, ya que todo es posible para el que cree.

DESIDERATA


5 nov 2010

Correo Electrónico

jolugabu@gmail.com

2 nov 2010

Omaira Sánchez