El área de Educación Religiosa del Colegio Gonzalo Jiménez Navas les da la bienvenida a éste espacio de reflexión, de encuentro personal y de acercamiento a Dios que le permitirá fortalecer su crecimiento espiritual.
31 jul 2013
15 jul 2013
13 jul 2013
10 jul 2013
EL DIAMANTE
Cuenta una leyenda que hace tiempo un joven trabajador de
una mina se quedó atrapado en la profundidad de los túneles, sin comida,
sin agua y sin luz, pasaron las horas y habiendo acostumbrado sus ojos a
la oscuridad, en un punto lejano del túnel vio una pequeñísima luz que
coquetamente guiñaba, lentamente y tomándose de las paredes del túnel,
se encaminó hacia la lucecilla, cuando la alcanzó se dio cuenta que era
una pequeña y sucia roca a la que sobresalía una pequeña porción
ligeramente transparente, que fue suficiente para reflejar la luz que le
condujo a la salida de donde se encontraba atrapado.
Como recuerdo a lo sucedido, el joven trabajador tomó la roca y
se la llevó, la limpió y se dio cuenta que entre más pulía más brillaba
y con el paso del tiempo la roca fue adquiriendo un singular brillo.
Por las noches la admiraba contra la luz de las velas y se
maravillaba de sus destellos, pero en una ocasión camino a su casa,
volteó al suelo y vio una piedra de bonita figura, la tomó y tiró
aquella roca que una ocasión fue su guía a la superficie. Se llevó la
piedra de bonita forma a su casa, la limpió y al paso de los días de dio
cuenta que por más que la puliera, la piedra seguía siendo la misma
piedra, sin brillo, sin cambios, solo una piedra.
Volvió sobre sus pasos a buscar aquella roca que fue su luz un
día, ya no la encontró en el lugar donde la había tirado. Levantó sus
ojos y la vio, linda, esplendorosa y reluciente en manos de un hombre
que supo aquilatar el verdadero valor de la roca, el brillo de sus
destellos enorgullecían al hombre que la llevaba de su mano, porque
aquella roca que un día guiñó tímidamente con su luz, era un puro y
verdadero diamante.
Se acercó al hombre, lloró y le rogó que le devolviera su roca,
le explicó lo que había significado en su vida y también le contó que
había cometido el error más grande al tirar su diamante por una piedra
del camino.
Serenamente el caballero le respondió que entendía
perfectamente todo lo que le contaba y que lamentaba su gran perdida,
pero que en sus manos el diamante alcanzó todo su esplendor y señorío, y
que no estaba dispuesto a devolverlo, porque además el diamante
titilaba alegremente en su mano y ese era su lenguaje de felicidad, que
ahora le pertenecía y que para él era el tesoro más preciado en su vida,
que no lo cambiaría ni por una montaña de piedras del camino... porque
las piedras por más que las pulas y trates de cincelarlas, siguen siendo
piedras, sin brillo, sin destellos y nunca te llevarán a ningún lado.
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Textos Reflexivos
8 jul 2013
4 jul 2013
YO FUI QUIEN TE TOCÓ
Por mucho tiempo extrañé aquellos días donde todo era perfecto en mi
vida. Tuve una niñez normal y como toda niña jugaba con todas mis
amiguitas. Al paso del tiempo ya siendo una jovencita como soñaba con
tener mi familia y ser una buena esposa. Disfrutaba ver mi familia como
me amaban y que disfrutaban de mi presencia. Esos días de fiestas donde
todos juntos compartíamos y comíamos rico mmmm maravilloso. ¡Todo muy
hermoso! Estaba muy lejos de pensar lo que sería mi vida más adelante.
Nunca pensé que todo cambiaria tan radicalmente. Un día me
sentí mal, muy mal y pensé que era algo normal en nosotras las mujeres y
que pronto lo podría superar. Pero cuál fue mi desdicha que pasaban los
días y el flujo no cesaba sino que aumentaba dejándome sin fuerzas.
La gente me comenzó a ver mal, mi familia ya a mi lado no quería estar. Ellos decían que yo estaba maldita y que no podía estar más cerca de sus vidas. Pero yo no, entendía ¡yo maldita! ¿Por qué? ¿Que había hecho yo para merecer tan grande castigo? Si el hecho de sentir mi cuerpo sufriendo me abatía, pero mucho más dolía tanto desprecios. Mis sueños donde quedarían mis sueños, aquellos que tanto platicaba desde jovencita de tener mi familia y disfrutarla cada día.
La gente me comenzó a ver mal, mi familia ya a mi lado no quería estar. Ellos decían que yo estaba maldita y que no podía estar más cerca de sus vidas. Pero yo no, entendía ¡yo maldita! ¿Por qué? ¿Que había hecho yo para merecer tan grande castigo? Si el hecho de sentir mi cuerpo sufriendo me abatía, pero mucho más dolía tanto desprecios. Mis sueños donde quedarían mis sueños, aquellos que tanto platicaba desde jovencita de tener mi familia y disfrutarla cada día.
Busqué por doquier quien me ayudara, gasté todo cuanta tenía.
Ya no tenía a quien acudir. A veces contemplaba las mujeres desde lejos
como lavaban en el río, como felices cantaban y se reían. Yo deseaba
reír como ellas y poder tener razones para hacerlo. Jamás podría ser
como ellas, si despreciada yo era, ni siquiera a los lejos podía ser
vista. Por mi mente pasaban miles cosas ¿para qué vivo? Si no sirvo de
nada, ya no seré útil ni siquiera para servir ya mis sueños no se darán
¿para qué vivo? Pero un día, había gran algarabía en el pueblo.
Escuché que un hombre llamado Jesús, pasaba por allí. Decían
que este hombre era el hijo de Dios y que sanaba a los enfermo. Sentía
mi corazón palpitar fuertemente, lo que había estado esperando por doce
años, ¡él puede aliviar este quebranto el sí, puede sanarme yo sé que él
puede! Me levante rápidamente, y me acerqué aquella multitud. ¿Cómo
entraré? Son tantos, pero es mi oportunidad él está allí, sólo tengo que
llegar, yo sé que puedo pasar por toda esta gente.
Mucha gente me empujaba, otros me gritaban. Pero en un momento
casi cayendo al suelo pude ver su espalda y en ella un hermoso manto.
Extendí mi mano y toque sólo el borde, lo suficiente para sentir que mi
cuerpo se estremecía y el flujo cesaba hay que alegría. En un momento de
silencio Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Me sentí avergonzada y pensé
que se molestaría, pero al todo el mundo negarse, el repitió ¿Quién me
ha tocado? Y un hombre le dijo que podría a ver sido la multitud que le
apretaba, pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado porque he conocido que
ha salido poder de mí. Cuando vi que no había quedado oculta, temblando
fui y caí en sus pies, y le dije; durante muchos años había padecido de
flujo de sangre y todo cuanto tenia lo había gastado buscando la sanidad
de esta enfermedad y al escuchar que usted sanaba a los enfermo me
apresure para poder ser sana. Atravesando toda esta multitud pude tocar
el borde su manto y al instante fui sana.
Él me miró con ojos de ternura, de amor y también de orgullo al
ver la valentía de lo que había hecho. Nunca olvidare aquella palabra
que dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
Ciertamente he vivido en paz y lo que pensé perdido lo he podido lograr. Ya no me desprecian, ya no soy desagregada sino admirada hasta por las generaciones "Como la mujer sana por su fe”
¿Quién dijo que Jesús no puede cambiar un corazón herido? ¿Quién dijo que él no podía sanar cualquier enfermedad? ¿Quién dijo que él no devolvía los sueños y llenarnos de paz? Si con sólo creer en él lo puede hacer… sólo Jesús de Nazaret
Ciertamente he vivido en paz y lo que pensé perdido lo he podido lograr. Ya no me desprecian, ya no soy desagregada sino admirada hasta por las generaciones "Como la mujer sana por su fe”
¿Quién dijo que Jesús no puede cambiar un corazón herido? ¿Quién dijo que él no podía sanar cualquier enfermedad? ¿Quién dijo que él no devolvía los sueños y llenarnos de paz? Si con sólo creer en él lo puede hacer… sólo Jesús de Nazaret
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Textos Reflexivos
2 jul 2013
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