Aquí
estoy, Jesús como el ciego del camino, pasas a mi lado y no te veo.
Tengo
los ojos cerrados a la luz y siento en ellos como duras escamas que me impiden
verte.
Al
sentir tus pasos, al oír tu voz, siento en mí como un manantial que nace, como
un pájaro que se escapa volando, como una vida a chorro, que grita por ti.
Yo
te busco, yo te deseo, yo te necesito para atravesar tantas calles en mi vida.
Jesús,
me ciegan tantas cosas:
Es
la vida con sus luces de colores, es el placer con su fuerza irresistible, es el dinero con sus
cadenas que aprisionan.
Estoy
comenzando a vivir, Jesús, y todos quieren mi vida:
Llega
hacia mí cada día ese mundo calculado y sin piedad de la propaganda, llega
hacia mí cada día ese mundo de los fácil, de lo cómodo, de lo rastrero, y me
dejo arrastrar y agarrar como la mosca que cae presa en la tela de araña.
Yo
siento en mí una lucha dura y sin piedad por seguir en la brecha o rendirme
incondicionalmente.
Jesús
ábreme los ojos a tu vida, quiero poner mis ojos en los tuyos y leer en ellos
tu amistad.
Quiero
ver tu rostro con ojos limpios, quiero abrir mis ojos a la luz de tu Evangelio,
quiero mirar la vida de frente y con sentido.
Quiero
que la fe sea antorcha en mi camino, quiero verte y quiero aprender, que la
vida, el dolor y la muerte, sin tu luz son caos.
Quiero
ver en cada hombre un hermano, quiero abrir los ojos a mí mismo y ver dentro de mi
vida.
Quiero
poner mis ojos en las cosas y buscar en ellas tu huella.
Jesús
ayúdame a ver, que el pecado es tiniebla densa.
Jesús
limpia mi corazón de lo sucio para que pueda ver desde dentro.
Tú
que dijiste que los ojos son la lámpara del cuerpo, dame unos ojos limpios,
luminosos, para que todo mi cuerpo sea luz.
Como
el ciego del camino, como el ciego así te busco.
Toca
mis ojos con tus dedos y ábrelos a la luz.
Entonces
el camino –mi camino, Señor-, tendrá rumbo.
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