Nació entre recios y fornidos árboles, ásperos cardos y huraños espinos,
pero el entorno escabroso en el que se desarrolló, no impidió que feliz y
alegre creciera la flor... Así comienza la historia que voy a narrarles hoy:
Ella quería sentir el alba al amanecer, aunque las sombras de la espesura donde
le había tocado emerger, le impedían recibir ese placer.
Sus pétalos blancos y hermosos, se iban apagando ante la falta de luz,
sólo su tallo fuerte y robusto, sostenía con fuerza a la frágil flor que
emergía de las sombras cual majestuoso resplandor... ¿Cómo puede mantenerse
fresca y lozana, si no logra ver el Sol? Esto con sorna comentaba, las ramas de
alrededor, a lo que la flor respondía con gran educación…
Me sostengo de ilusión, porque cada día me riega el agua de vuestro
amor. Y los cardos, los espinos, los árboles fornidos, todos se mofaban unidos
ante tal declaración… ¡Qué ingenua, reían! Pero sin sentirse ofendida, así de
benévola se expresaba la flor, consciente de que nadie comprendía que también
ella tenía necesidad de atención: Contra el calor del verano, contra el frío
del invierno, contra el cruel desengaño de aquél ingrato cardo que una espina
le clavó.
Pero a pesar de los daños que la vida le causó, la flor se mantuvo
erguida y nunca se marchitó...
Así fue transcurriendo el tiempo , hasta que un día, alguien por allí pasó, y ante el asombro de ver una exuberante rosa, surgiendo con altivez de aquél hospedo lugar, se quedó prendado de su gallardía, y sin pensarlo dos veces, de un corte la arrancó, llevándosela a su casa donde siempre la guardó... Hoy la flor aún perdura metida en un jarrón, decorando con orgullo una humilde habitación. Aquí termina la historia de una “pequeña flor” que, por su coraje y valentía, siempre se la recordó.
Así fue transcurriendo el tiempo , hasta que un día, alguien por allí pasó, y ante el asombro de ver una exuberante rosa, surgiendo con altivez de aquél hospedo lugar, se quedó prendado de su gallardía, y sin pensarlo dos veces, de un corte la arrancó, llevándosela a su casa donde siempre la guardó... Hoy la flor aún perdura metida en un jarrón, decorando con orgullo una humilde habitación. Aquí termina la historia de una “pequeña flor” que, por su coraje y valentía, siempre se la recordó.
Moraleja:
La vida está llena de hermosos árboles que nos arropan bajo sus ramas, pero
también de arbustos y maleza como el cardo y el espino que en muchas ocasiones
dificultan el camino.
Saber sobrevivir entre unos y otros, resultando victorioso al final del recorrido, es el gran reto que todos deben de asumir. No debemos olvidar que la prudencia a través del don de la palabra, es la senda a seguir para una buena convivencia con el resto de las personas.
Saber sobrevivir entre unos y otros, resultando victorioso al final del recorrido, es el gran reto que todos deben de asumir. No debemos olvidar que la prudencia a través del don de la palabra, es la senda a seguir para una buena convivencia con el resto de las personas.
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